La hija del aire

Finales del siglo XIX - Principios del siglo XX

Pintura de carácter mitológico en la que se presenta a Semíramis, reina de Asiria y fundadora de Babilonia, cuya historia es narrada en la obra teatral de Calderon de la Barca, “La Hija del Aire”. En un fondo que emula una cueva, aparece la mujer semidesnuda, representada de cuerpo entero, y con un gesto de avance levantando los brazos. Viste un vestido roto por el pecho. Luce cabellos largos y oscuros, y mira al espectador. Aparece apoyada sobre una roca. Los colores de la obra son muy similares y equilibran la composición, incidiendo la luz directamente en el rostro y torso de la figura, que deja ver uno de sus pechos. Sánchez Varona crea con esta escena una obra diferente, más surrealista que las anteriores y de una temática un poco distinta. Cuida los detalles como el tratamiento de las telas y el de las rocas del fondo, creando así distintos planos y dando sensación de profundidad.

La obra La hija del aire se enmarca en la etapa artística de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. El cambio de siglo trajo consigo el surgimiento de una conciencia en torno a la pérdida de las colonias de Cuba y Filipinas en 1898, de la cual, una serie de escritores, artistas, historiadores y demás personajes críticos, se replantearon la historia de España. En este contexto se descubre que bajo ese pensamiento imperial, lastrado en las ideas de la etapa moderna de ultramar, se encuentra un país con un panorama complicado y una situación social difícil de afrontar. 

En relación con esta idea social y política surge el movimiento artístico denominado comúnmente como costumbrismo o regionalismo, al que se ajusta gran parte de la obra de Conrado Sánchez Varona. Los artistas desarrollaron obras en las que se plasmaba una identidad costumbrista, la búsqueda de las raíces en la sociedad rural, donde las fiestas populares y las labores cotidianas toman protagonismo y no hay margen para las renovaciones plásticas procedentes del exterior, como las que se estaban produciendo, al mismo tiempo, en el panorama europeo. Concretamente, en la pintura, se imponía un tipo de creación sujeta a modas y comportamientos academicistas y reglados. En la región extremeña destacaron un amplio número de artistas como el propio Conrado Sánchez Varona y otros como Antonio Caldera, Eugenio Hermoso, Adelardo Covarsí, Felipe Checa y Eulogio Blasco López, entre otros. 

Además, en este mismo contexto, surgen, en relación con las nuevas expresiones artísticas, Las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, certámenes que se establecieron como vía de difusión y promoción artística en paralelo al academicismo más estricto. Estas poseían un grado de protagonismo vital a nivel nacional, pues establecían una dicotomía entre el centro de la Península y la periferia, se celebraban en Madrid, estableciéndose así como el centro rector vital. La primera exposición se celebró en 1856, emulando Le Salon, que se celebraran en París. Los artistas podían optar a tres medallas en cada uno de los campos artísticos estructurados: pintura, escultura, grabado, arquitectura y artes decorativas. De la misma manera, en el transcurso de siglo, se trasladó la iniciativa a las diferentes regiones del país, pudiendo los artistas optar a más certámenes y convirtiéndose ambas en la mayor muestra de arte español a la que concurrían artistas vivos. 

Sánchez Varona, como la mayoría de los artistas citados, tuvo una formación academicista en las diversas escuelas presentes en la época, tanto a nivel regional como nacional, donde se impartían lecciones de dibujo academicista, como base primordial en la formación como pintor. Nuestro artista destacó en el desarrollo del dibujo, tanto en su etapa inicial como en el transcurso de su vida, llegando a conseguir reconocimientos importantes como la Cátedra de Dibujo y Caligrafía de la Escuela de Sevilla. Asimismo, se conservan en la colección de la Fundación Caja Extremadura, diversos dibujos de desnudos académicos, que muestran la excelente técnica y virtuosismo del autor con el carboncillo.

Conrado Sánchez Varona

14/02/1876 - 01/01/1944

Conrado Sánchez Varona nació en Malpartida de Plasencia el 14 de febrero de 1876. Desde su niñez estuvo sumergido en el panorama cultural y artístico debido a la dedicación de su padre, Eduardo Sánchez Garrido, quien ejercía como maestro de primera enseñanza y dirigió publicaciones como “Zurratontainas” o “Aurora de juventud”. Con tan solo 12 años comenzó su formación artística de la mano del pintor y dibujante cacereño, Higinio Pérez, y, posteriormente, del placentino Francisco Ruiz. Su primer galardón lo obtuvo en 1892, fecha en la que tuvo lugar la Primera Exposición Regional, celebrada en Badajoz, consiguiendo una medalla de bronce con el retrato a lápiz de Alfonso XII. Este hecho le hizo beneficiario de una beca que posibilitó sus estudios en la conocida como Escuela de Bellas Artes de San Fernando. De esta forma, siendo así uno de los pocos artistas cacereños beneficiarios de las Becas de la Diputación de Cáceres. De esta manera, accedió a una excelente formación en la mencionada escuela, destacando como alumno aventajado. Poco tiempo después, comenzó a participar en las exposiciones nacionales, como al de 1897, donde obtuvo una mención honorífica con la obra “Descanso y Meditación”. El desarrollo de su obra le llevó a formar parte de la Escuela de Artes e Industria o la Escuela Profesional de Sevilla, donde logró la Cátedra de Dibujo y Caligrafía por su gran trayectoria. Además, de la enseñanza, su vida estuvo siempre relacionada con la producción artística, la cual era del gusto de una clientela aburguesada, sobre todo por sus retratos, pues se caracterizan por transmitir la captación de la psicología del personaje y una magnífica ejecución del dibujo. Falleció en 1944 en Cáceres.

Ficha técnica

  • Colección

    Colección Sánchez Varona

  • Autor

    Conrado Sánchez Varona

  • Serie

    Conrado Sánchez Varona

  • Fecha

    Finales del siglo XIX - Principios del siglo XX

  • Dimensiones

    70 x 56 cm.

  • Procedimientos

    Óleo sobre lienzo

El saber no ocupa lugar